"He tenido un sueño", podría decir el jugador de baloncesto estadounidense Eric Hank Gathers (1967-1990) cuando apenas contaba los 23 años. "He soñado con un futuro glorioso en la NBA como el jugador universitario más prometedor del país, dejando atrás una infancia difícil en la inclemente Philadelphia, salvando de la miseria a mi madre, hermano y un futuro hijo". Sólo había un problema. Un gran problema. En 1989 sufrió un desmayo en pleno partido. Una arritmia cardiaca que obligó a los médicos a recetarle un fuerte tratamiento, cuyos efectos ralentizaban sus movimientos felinos y apagaban su ferocidad en la cancha. Por ende, sus prestaciones y precio en un jugoso mercado ¿Gloria o salud? Gathers eligió lo primero y redujo la dosis por su cuenta. Volvió a sentirse libre en la cancha pero jugaba con fuego. El 4 de marzo de 1990, después de machacar el aro durante un partido y regresar a su campo para defender, cayó de forma súbita al parquet, retorciéndose entre convulsiones ante su propia familia, en la grada. Su corazón, el de una fiera desbocada, apenas resistió dos horas más. Desde entonces, entró en el sueño eterno.
Publicado en La Región (18-06-2007)