Los Juegos de Pekín serán personificados en el cuerpo de Michael Phelps, cuyas imágenes de apoteósica celebración de un 4x100 integran ya la mitología deportiva de nuestra era. Phelps (Baltimore, 1985) es un ser anfibio de 1,87 metros, 79 kilos y talla 48 de pie que, a sus 23 años, posee ya 47 medallas -39 oros- y 31 marcas mundiales entre Juegos y diversos campeonatos.
La naturaleza ha dotado a Phelps con un corazón que le permite bombear 30 litros por minutos y unos músculos que reducen a la mitad de un atleta normal el ácido láctico (es decir, se cansa menos). Sólo le faltan las escamas. El entrenamiento y la tecnología lo han moldeado hasta convertirle en una máquina subacuática perfecta que consume 12.000 calorías diarias. El técnico Bob Bowman ha aprovechado una materia prima única para alcanzar el mayor reto posible, superar al mítico Mark Spitz situando el listón en ocho medallas olímpicas con sus correspondientes récords. ¿Quién podría imaginarlo cuando terminó quinto en los 200 mariposa de su primeros Juegos en Sydney?
Mis amigos insisten en que el chico está dopado hasta las orejas, en cualquier caso pienso que sólo un fenómeno puede lograr semejante hazaña. Fuero cinco pruebas al límite: 100 mariposa, 200 libres, estilos y mariposa y 400 estilos. Y tres más con la ayuda de sus compañeros (muy especialmente del extraordinario Jason Lezak): 4 x 100 estilos y libres, y 4 x 200 libres. Phelps se ha ganado un millón de euros como premio a sus ocho oros por parte de la marca Speedo y tiene por delante un esplendoroso futuro. Lo inteligente sería ahora dosificarse y especializarse en determinadas pruebas, porque mantener este ritmo sería un suicidio.
De sus ocho exhibiciones destacaré las dos pruebas que más me gustaron. El segundo oro en los 4 x 100 en colaboración con el equipo de Estados Unidos en una prueba de nivel extrarordinario. El último relevo de Jason Lezak es inconmensurable. Después, la celebración que perdurará eternamente. El séptimo oro será también muy recordado, en la última centésima de segundo contra el corajudo serbio Cavic. El ojo humano otorga la victoria a Cavic, pero la tecnología resolvió las dudas en favor del estadounidense. Dicen que la clave estuvo en que Phelps llegó a la pared de arriba a abajo, al contrario de su rival, que lo hizo bajo el agua. Un gesto que decide una medalla. Y un récord de otro mundo. El Mundo de Neptuno.
El segundo oro gracias a un extraordinario Jason Lezak (en TVE)
El séptimo oro contra Cavic que decidió la tecnología (en TVE)
Así nadaba el gran Mark Spitz, antecesor de Michael Phelps, en los juegos de Munichs 72, horas antes de que el grupo terrorista palestino "Septiembre Negro" abordase la Villa Olímpica.