La familia olímpica contiene decenas de miles de atletas de todo el planeta. Altos, bajos, gordos, flacos, negros, blancos, cultos, ignorantes, ricos, humildes, jóvenes y mayores. Los pequeños siempre suscitan nuestra inmediata simpatía. Comprendemos el enorme sacrificio realizado -nada menos que su infancia y a veces también la adolescencia-por cumplir su sueño. Nos alegra más su triunfo cuando sentimos esa mezcla de ilusión e inocencia cuando suben al podio. O nos entristece cuando vemos sus lágrimas tras el error, en especial en disciplinas tan rígidas como la gimnasia o los saltos de trampolín.
No se puede afirmar que Pekín haya tenido su novia, al nivel de una Comanechi en Montreal, pero sí un enorme elenco de niños prodigio, adelantados a los de su generación, de excelente formación y talento. Aunque cada deporte tiene su edad, ésta se ha elevado en los últimos Juegos. El deporte de Alta competición en ocasiones se convierte en una explotación y sus consecuencias destrozan la vida de estos excepcionales atletas que no dejan de ser niños.
En la gimnasia artística se han establecido los 16 años como edad mínima para la competición. Pero en el equipo chino encontramos varios ejemplos de dudoso cumplimiento. El primero la extraordinaria He Kexin (ver foto) una explosiva mezcla de elasticidad, flexibilidad y fuerza. Una auténtica libélula en las asimétricas cuya apariencia apenas alcanza los 13, en mi opinión. Otras gimnastas sospechosamente bisoñas son Jiang Yuyuan o Yang Yilin. ¿Cómo demostrarlo en China, donde el fin justifica cualquier medio y es la vía para que una humilde familia eluda la pobreza? Imposible.
La natación y los saltos de trampolín permiten mayores licencias y tuvo en los Juegos a los más pezqueñines. La camerunesa Guedia Mouafo (12 añitos), el británico campeón de Europa de plataforma de 10 metros Tom Daley (14) -sin suerte en sus primeros Juegos- Dwayne Benjamin (13) de las Seychelles -¡cuarto en su serie de los 50 metros libres!- el dúo de saltos sincronizados estadounidense Mary Beth Dunnichay y Haley Ishimatsu (15) así como una de las integrantes del dúo campeón de su categoría, la china Chen Ruolin. Chen llegó a comentar a los periodistas que se entrenaba seis horas diarias sin descanso. "Algunas veces tengo mucha hambre pero sólo me permiten beber agua", declaró de forma inocente, desvelando los salvajes métodos de entrenamiento de su país.
Con la misma ilusión que los anteriores pero con más edad se han presentado otros buenos atletas. La nadadora estadounidense Dara Torres (arriba en la foto) se presentó a los 41 años, tras una sucesión de idas y venidas en su trayectoria (ver primeras entradas de 17 DÍAS EN PEKÍN) participó en la medalla de plata en los 4 x 100 libres, luciendo una espléndida figura. A un pasito del bronce se quedó la leyenda francesa del ciclismo femenino, Jeannie Longo, en la contrarreloj. La longeva Longo cuenta nada menos que 5 décadas de existencia.
El cementerio de elefantes se encuentra en la Hípica. El japonés Hiroshi Hoketsu (en la foto sobre su yegua Whisper) participó en la doma con 67 añitos, terminando décimo en la prueba por equipos. Por muy suave que pueda parecer esta especialidad, subirse a un caballo a esta edad es muy meritorio. En los saltos el canadiense Ian Miller, 61, participó en sus novenos juegos, mientras el australiano Laurie Lever, contaba con 60. Ambos demostraron una extraordinaria longevidad, además de enseñarnos que no todo es cuestión de la condición física. La experiencia, el trabajo, la técnica y el talento no tienen edad.