Ya estamos sumergidos en el sueño olímpico. Los mayores atletas de la Tierra compiten para demostrar su talento al resto. Habrá momentos de gloria y coraje, momentos de alegría y tristeza, momentos de satisfacción y dolor.
El pasado sábado vivimos el, muy duro, de la sablista española Araceli Navarro. Navarro competía contra la estadounidense Rebecca Ward cuando un gesto brusco dislocó su hombro izquierdo. A pesar del dolor, la española rogaba al médico de la organización que se lo colocase en su sitio para seguir luchando. Impresionante. El doctor no se atrevió a manipular la articulación (en mi opinión con buen criterio pues podría haber causado un desaguisado) y el especialista de la selección (que procedía del Judo y como tal era un buen conocedor de las luxaciones) no pudo recuperarla en el tiempo dispuesto por las normas. Además, era una locura volver a la competición en tales condiciones, por muy valiente y sufrida que es esta chica.
Araceli tiene 19 años, muchos Juegos Olímpicos por delante. La gloria fue esquiva en esta ocasión, pero estará de su lado la próxima vez.
China no es Berlín
Los periodistas de pan y melón se atreven a comparar el Pekín olímpico con el Berlín del año 1936. Es cierto que en China existen restricciones y censura, pero no lo es menos que este inmenso país, más bien continente, se está abriendo -más deprisa de lo que parece y los Juegos ayudarán a ello- y no puede permitirse de la noche a la mañana una revolución estilo Tiannamen. Piensen, intrépidos periodistas, que un país de 1.300 millones de habitantes, no es precisamente sencillo de gobernar. Que cualquier inestabilidad significaría una catástrofe en pérdidas humanas y materiales. Utilicen el sentido común. De todas formas, si quieren ser más valientes, pueden plantarse en países como Arabia Saudí, Cuba, Irán, Venezuela... y denunciar sus continuos atropellos.
Coincido plenamente con este artículo de Manuel Morales do Val sobre el tema, salvo en un importante aspecto. Jesse Owens y el resto de negros americanos fueron mejor tratados en la Alemania que en los Estados Unidos de 1936, como ellos mismos atestiguaron (no así varios atletas judíos condenados al ostracismo por la propia delegación estadounidense). En todo caso, comparar ambos Juegos sólo revela el paupérrimo nivel intelectual de ciertos periodistas.