Los Juegos siempre nos dan oportunidad de contemplar la grandeza y la desgracia del deporte. Lo primero lo sentimos con nuestro admiradísimo Rafa Nadal, niño de nuestros ojos por su capacidad física, su técnica, su trabajo, su capacidad de sufrimiento y su indomable caracter de ganador. En mi opinión este chico lo reúne todo, además de una envidiable juventud que puede convertirle en el más grande de todos los tiempos (ojo, ha llegado a la cúspide pero ahora tiene que aprender a defenderse en ella).
De su extraordinaria competición en Pekín me quedo con el partido de semifinales contra un excepcional Novak Djokovic. El serbio lo tuvo contra las cuerdas en el segundo set, pero este muchacho está forjado en el acero de los mejores competidores. Los últimos puntos del partido son espectaculares, maravillosos. Nadal termina tan exhausto como feliz, con su clásica celebración con los puños al cielo. Djokovic se retira llorando, destrozado tras un partido en el que se entregó a fondo sin premio. Su esfuerzo tuvo recompensa con el Bronce. La recompensa de Nadal es el Olimpo de los Dioses.
Los últimos puntos de Rafa Nadal contra Djokovic (TVE)
Pero el deporte, como la vida, también tiene momentos de tristeza, desgracia o infortunio. El ejemplo fue la atleta española Marta Domínguez. Luchaba por la medalla de bronce -quizá la plata- en la final de los 3.000 metros obstáculos, pero no calculó bien o iba un poco forzada, y tropezó con una valla. La palentina se dio un buen golpe. La mezcla entre el impacto y el súbito parón con el corazón a muchas pulsaciones la dejó mareada. La agónica lucha por continuar la carrera contra su propio cuerpo, que no puede obedecer, es impactante.
Marta es un ejemplo que bien podría enseñarse entre los más jóvenes competidores. En el fragor de la batalla intentó luchar hasta el final. Terminada la contienda se mostró magnánima en la derrota, aceptando el error sin darle mayor importancia. La vida sigue y es más importante que una carrera de varias señoritas en pantalón corto. Lo volverá a intentar en la próxima ocasión. Pocos deportistas aceptarían el castigo con tanta determinación. Será por ello que existen pocos como esta heroica palentina.