Pekín no serán los Juegos de Liu Xiang, ni de Tyson Gay, ni de Asafa Powell. Son ya los del inesperado -dada su repentina explosión- Usain Bolt. Sólo los más aficionados al atletismo poseían referencias de este espigado corredor. El récord del mundo batido en Nueva York un día de fina lluvia de junio (ver entre las primeras entradas de 17 DÍAS EN PEKÍN) fue su bautizo oficial ante el mundo. ¡Y vaya ceremonia! En el Nido ha pasado de gran favorito a nuevo ídolo mundial del atletismo en cuestión de días y récords.
Al contrario de los hipermusculados (e hipervitaminados) velocistas de la última generación, la complexión física de Bolt es fibrosa, armónica, otrogada por la gracia de Dios. El fenómeno afirma que la mañana antes de la marca estratosférica de los 100 metros no desayunó, picó unos McNuggets de pollo. (Si esto es cierto dice mucho de la seriedad y la preparación en el equipo jamaicano). Muchos de mis amigos dicen en cambio que este portento desayuna una serie de chutes que le hacen volar por el tartán. Lo cierto es que sus marcas parecen logradas con tal facilidad -42 zancadas en los 100 después de una pésima salida- y su concentración propia de un niño en el recreo me aportan una mala sensación. Las acusaciones mutuas de dopaje entre los pujantes caribeños y los derrotados estadounidenses añaden más basura al montón. Sí, ya no vivimos los récords con la misma ilusión de antes.
El mayor defecto de Bolt es su inmadurez. Sus muecas y gestos en la línea de salida me parecen excesivos, propios de un niño. Su soberbia en algunas de las series previas me saca de quicio. El presidente del Comité Olímpico le ha regañado por estos detalles y por no saludar a sus rivales al término de cada competición. Dirán los críticos que Usain no está obligado a hacerlo. Respondo yo que, evidentemente, no. Es cuestión de clase, se posee o no. En todo caso la obligación de este fenómeno es correr lo más rápido que pueda y no dejarse llevar en los últimos metros de los 100. No soporto ver a un hombre que desaprovecha el talento que envidiarían el resto de los mortales.
No vayan a pensar que estas palabras las escribimos después de bebernos una botella de vinagre o de escuchar un inocuo discurso de Zapatero. Disfrutemos del potencial hoy ilimitado de Usain Bolt, y la belleza del atletismo de máximo nivel.
El 9,69 de Usain Bolt en los 100 metros (en TVE)El 19,30 de Usain Bolt en los 200 metros (en TVE)
El 37,10 de Jamaica en los 4 x 100 metros (en TVE)