SIGUE SOÑANDO


Dice la leyenda que Polínexa, madre de Alejandro Magno, soñó que su hijo había sido engendrado por el mismísimo Zeus. El nacimiento coincidió con la victoria de su marido, Filipo de Macedonia, en la carrera hípica de los Juegos del 256 a.C. En honor a tal triunfo, Polínexa cambió su nombre por el de Olimpia. Su sueño se cumplió. Alejandro fue el Zeus del mundo conocido entonces. Un infatigable conquistador. El deporte es hoy lo más parecido a la guerra y sus figuras los nuevos mitos de nuestra era. Soñemos.

Legend say that Polínexa, mother of Alexander the Great, she dreamed that her son had been fathered by Zeus. The birth coincided with the victory of her husband, Philip of Macedonia, in the horse race of the Games of 256 BC. In honor of this victory, Polínexa changed her name to Olympia. Her dream was fulfilled. Alexander was the Zeus of the then known world. An indefatigable conqueror. The sport is now as war and his figures the new myths of our era. Let's dream.

olimpiaduerme@gmail.com

miércoles, 19 de diciembre de 2007

PISTOL MARAVICH, A SU MANERA (I)




"¡Dios mío, este chico juega como nosotros!", dijo un entrenador universitario negro tras ver a Pete Press Maravich unido a una pelota, "Pistol" Pete, para los creyentes en la inmaculada concepción de su juego. Antes de Steve Nash. Antes de Jayson Williams. Antes de Magic Johnson, existió un jugador fuera de lo común, un hombre casado con una pelota de baloncesto, un creador de poesía en movimiento, a quien le fue imposible recitar en compañía de otros, algo fundamental en este deporte para quien pretenda alcanzar la gloria.


Pete Maravich nació el 22 de junio de 1947 en Aliquippa (Estado de Pennsylvania). Hijo de un antiguo jugador de las ligas prehistóricas a la NBA y después entrenador, llamado Press Maravich, el baloncesto no despertó en él una especial pasión a pesar de disponer de una canasta en su casa. Le gustaba el béisbol, hasta que un bolazo accidental en la cara le apartó del deporte nacional estadounidense. Entonces cogió una pelota de basket y surgió el flechazo.


Dicen que el ambiente familiar es absolutamente determinante en el comportamiento posterior de un niño, una esponja en su proceso de crecimiento. Es probable. El padre de Pete era un fumador y bebedor de café compulsivo; su madre, de caracter depresivo y con tendencia a caer en el alcohol. Esa suma de factores obsesivos, más la aportación personal del propio chiquillo pudieron forjar su relación dependiente con la pelota. Una perseverancia encomiable, quizá llevada al fanatismo. Pete renunció a lo habitual en una persona que comienza a descubrir el mundo que le rodea: los amigos, las chicas, la curiosidad natural... Su mundo era una cancha de baloncesto. Pero no le interesaban los fundamentos para aplicarlos de forma eficaz y práctica en el camino hacia el aro. Desde el comienzo los asimiló como una formación elemental. Un primer paso que después él desarrollaría a su manera, en su búsqueda personal del Arte.


Pete botaba de día y dormía sobre una pelota por la noche. "¿Cuántas horas se entrenaba usted cuando era un niño?", le preguntaron a pie de cancha, ya como profesional. "Alrededor de ocho horas diarias", contestó. Botaba en el cine, botaba ¡en la bicicleta! Aprendía mediante juegos preparados por su padre y después les daba su sello personal: botar con los ojos vendados, jugar a oscuras, hacer girar un balón sobre la punta de un dedo durante casi una hora -a veces hasta hacerlo sangrar- meter canastas con la cabeza... El cuero se convirtió en la prolongación natural de sus manos, y en su mejor amigo. Nadie estuvo más cerca de él desde su niñez. Autodidacta genial pero, como tantos otros, demasiado solo en su trayectoria.Por esto tuvo tantos problemas para sentirse realizado en una pista de baloncesto. Por ello nunca tuvo un compañero de vestuario a quien poder considerar siquiera un amigo. Por eso quizá la gloria le fue esquiva y le abandonó siempre que estuvo a punto de alcanzarla.

A la segunda oportunidad, y con muchas dudas, fue admitido en el equipo del Instituto Daniels High School. Pero sólo chupaba banquillo y, cuando salía a la pista, sus compañeros le ignoraban, a buen seguro porque tiraba todo lo que llegaba a sus manos. Totalmente frustrado, llegaba llorando a casa. En una ocasión se escapó por una ventana y pasó la noche durmiendo en un descampado cercano, acompañado por su mejor amigo, el balón. Su padre intentaba inculcarle el espíritu de equipo. Misión perdida. Era como pretender mantener a una gacela al ritmo de varias jirafas. Cada desilusión se convertía en horas y horas de práctica. Reforzando su confianza tanto como su independencia.

El talento y el trabajo son incontenibles. En la final estatal asumió el liderazgo, pese a estar lesionado, y marcó 45 puntos, dando un recital de canastas y pases imposibles. Antes, un periodista que le había visto ganar un encuentro lanzando un balón imposible desde las caderas le comparó a un pistolero desenfundando su arma. Entonces nació "Pistol" y murió Pete. Ya nadie pudo discutir, al menos, su calidad.

"Pistol" siguió las recomendaciones paternas, jugando sucesivamente en otros institutos, Needham-Broughton y Edwards Military Academy, donde fue asentando su inimitable sello. Poseía un dominio nunca visto y en contínua progresión, una puntería extraordinaria y una visión de juego ilimitada, que adornaba con pases espectaculares. ¿El problema? Regalaba canastas pero no sabía involucrar al resto, mostrar la generosidad de esos líderes que siempre podrán confiar después en sus escuderos. Los que exprimen lo mejor de sus lugartenientes. Podía tirar tres cuartas partes de los lanzamientos de su equipo, mientras los demás miraban. Arma de doble filo. Las metía, pero enviciaba a quienes le rodeaban. Pasádsela a "Pistol", que ya resolverá él.

En 1966 ingresa en la Universidad de Louisiana State, una vez que su padre Press es designado primer entrenador. Nadie para él para obtener libertad creativa, pese a la infinidad de broncas sufridas por saltarse el guión, un guión escrito para cinco jugadores de carne y hueso. Allí convierte al olvidado proyecto de baloncesto universitario en un espectáculo que nadie querrá perderse durante cuatro cursos. Su aparición en la NCAA es un choque cultural que despierta nuevas sensaciones en el público. Nadie había visto por allí a un muchacho con semejante puntería -¡44 puntos de promedio en sus cuatro años!- con semejante repertorio de pases, con semejante fervor por el juego. No habían visto a nadie que perdiese un partido por fallar un tiro libre decisivo y se marchase, desconsolado, al hotel del equipo por su cuenta. A tres kilómetros del pabellón. (Otra anécdota muy descriptiva. A diferencia de los grandes mitos que, después de un fallo, obtienen el abrazo y el respaldo de sus compañeros, Pistol vivía sus hazañas y fracasos como un guerrero solitario). No habían visto a nadie por Louisiana capaz de meter tres canastas increíbles y decisivas -la que facilitó la prórroga y las dos últimas de un partido- después de fallar sus 19 tiros anteriores. Estaba muy claro. Este chico era especial.

Su fama creció de forma descomunal, no así su experiencia victoriosa. Louisiana nunca ganó un título NCAA. Disputó en una ocasión la final del NIT (National Invitacional Tournament) tradicional competición de consuelo para aquellos que no entraban en la fase final de la primera liga universitaria. Una final perdida contra Marquette, entre otras cosas porque la noche anterior Pistol y la mayor parte de su equipo se excedieron con la cerveza en una habitación del hotel. Una terapia de grupo cuya consecuencia fue una colosal resaca general, sin menospreciar al buen conjunto de Marquette.

Pistol gustaba al gran público por su descaro, pero no a la inmensa mayoría de entrenadores por sus salidas de guión y frecuentes improvisaciones descabelladas. Muestra palpable de ello fue su ausencia en la selección estadounidense que participó en los Juegos Olímpicos de México 1968. El entrenador, Henry Iba, fue inflexible en sus requisitos: no a los futuros profesionales, no a los divos, no a los problemáticos. Se quedaron fuera, algunos por propia voluntad e influenciados por el "black power", Lew Alcindor, Elvin Hayes, Lucius Allen y el propio Pistol. (Añádanlos a los seleccionados Jo Jo White y Spencer Haywood. ¡Madre mía! Estados Unidos ganó con facilidad el oro, pero ¡qué maravilloso sueño nos perdimos!). Pistol terminó así una fastuosa trayectoria individual universitaria, promediando 44 puntos por partido. Los profesionales le esperaban con los brazos abiertos.

(Por fortuna, han llegado hasta nosotros imágenes de Pistol Pete Maravich gracias al cuidado de la NBA en el recuerdo de sus leyendas y al mimo de todos aquellos que conservaron las viejas grabaciones desde su etapa en el Instituto. Disfruten con el extraordinario legado de este genio. Si ustedes han visto algún partido de los años 60 comprenderán que el estilo de Pistol fue una auténtica revolución. Muchas las vemos hoy en día en cualquier resumen de la NBA. La diferencia es que se realizaron hace nada menos que 30 años).

Próximo capítulo: Genio incomprendido e incomprensible en la NBA