Existen atletas marcados por la desgracia, muy a su pesar. El gimnasta español Joaquín Blume (1933-1959) realizaba como nadie la figura del "Cristo" en las anillas, pero su trayectoria deportiva fue una lenta crucifixión. Durante la Guerra Civil escapó a Alemania con su padre, de origen germano. Regresó a su término, estableciéndose su familia en Barcelona y destacando Joaquín muy pronto en el gimnasio de su progenitor. Despuntó en el Campeonato de Europa de 1957, con cinco medallas de oro ante los invencibles del Este. Nunca más volvería a desmostrar su talento y cualidades. España no participó en los Juegos Olímpicos de Melbourne 56, y en el Mundial de Moscú 58, por motivos políticos. Juan Antonio Samaranch lo convenció para que, desesperado, no se nacionalizase alemán, y echase el resto en las Olimpiadas de Roma, a los 26 años. No los cumplió. El 29 de abril de 1959 una avión DC3 de Iberia se estrelló en el pico de Toba, entre Teruel y Cuenca. Viajaban Blume, su mujer y sus compañeros. Ninguno sobrevivió.
Publicado en La Región (08-01-2007)