En 1988 los aficionados al motociclismo español se dividían entre dos aspirantes al título mundial de 250 centímetros cúbicos. El inteligente y muy comedido Sito Pons, y el volcánico Joan Garriga (Barcelona, 1963) siempre el último en frenar, capaz de entrar en meta haciendo cortes de manga a un rival. Ese carisma y esos cojones que siempre nos gustan a los españoles. Ganó Pons. Perdió Garriga, y no lo asimiló. Tampoco el comienzo de su decadencia, la evaporación de los amigos que antes le daban palmaditas en la espalda. "No se vivir sin la velocidad", confesaba, mientras caía en el consuelo de la cocaína. Probó en los coches, sin éxito. Se apartó de su mujer e hija. Se arruinó y comenzó a pilotar por el lado salvaje de la vida. En 1998 sufrió la primera caída de la moto, siendo detenido cual traficante, en posesión de 25 gramos de coca, cinco armas, diversas joyas y mucho dinero. Su aspecto durante el juicio, demacrado, pidiendo ayuda para salir del pozo, ya no era el de aquel diablo indomable sobre dos ruedas.
Publicado en La Región (04-06-2007)