No basta con ser un genio científico. También hay que ser un genio comercial. La vida del croata Nikola Tesla (1856-1943) es el perfecto ejemplo. El pionero de la corriente alterna, el radar, la telegrafía, la televisión, la aviación, los rayos X, los motores de inducción, el mando a distancia, el rayo láser... murió como un pordiosero en una habitación del piso 33 del hotel New Yorker, viendo como sus geniales ideas eran aprovechadas y usurpadas por los hoy inmortales Edison y Marconi. Sus pecados, un caracter altruísta y un amor por la ciencia, superiores al interés comercial y al vil metal. Su nombre permaneció durante décadas en el olvido, pero la Historia siempre vuelve a la luz para quien se tome la molestia de investigar. Nikola Tesla comienza hoy a ser reconocido, convirtiéndose -curioso- en un símbolo de unión para serbios y croatas. Su vida merece ser leída.
(El Mundo, 25-05-2008)