En el mundo Clásico, los cenotafios eran los monumentos funerarios que no poseen los restos físicos del homenajeado. En Carolina (Puerto Rico) existe el dedicado al jugador de béisbol Roberto Clemente (1934-1972). Clemente superó una infancia humilde, fabricó sus propios guantes y bate, y logró triunfar en las Major League de Estados Unidos, ganado dos títulos pese a los problemas de artritis en la espina dorsal. "Puede batear una bola en New York y fusilar a un corredor en Philadelphia", aseguraban sobre su portentoso brazo. Era carismático, religioso y muy comprometido. En la Navidad de 1972 reunió ocho toneladas de comida para las víctimas del terremoto de Managua. Él mismo despegó una mañana desde San Juán, a los mandos de un DC-7, sin atender a las advertencias de su hijo pequeño, a quien su instinto hacía temer una tragedia. El avión se estrelló a pocos metros de despegar, mientras el mar se confundía con las lágrimas de su esposa, Vera Cristina. "He visto mi entierro desde el cielo, pero sólo ha sido un sueño", le había confesado varios días antes.
Publicado en La Región (25-06-2007).