El atleta sudafricano Oscar
Pistorius es una fuente de inspiración para cualquier persona. Nacido sin los
huesos peroné, parecía condenado a vivir en una silla de ruedas, pero el
progreso tecnológico y su infatigable instinto de supervivencia, desarrollado
al máximo por su madre, le han permitido mejorar hasta meterse entre los 16
humanos más rápidos en la distancia de 400 metros, corriendo
con dos prótesis como prolongación de sus piernas. Un logro conmovedor, una
victoria contra lo imposible y lo impensable.
La paradoja de Pistorius es que
se encuentra en tierra de nadie, demasiado superior al resto en los
parolímpicos, a un nivel medio-bajo entre la elite. Existen tantos informes
científicos sobre el efecto ventajoso como sobre los inconvenientes de sus prótesis.
La federación internacional de atletismo prohibió su concurso, pero el TAS –que
ofrece tanta confianza como un mantero- lo revocó. “No vine a ganar, vine a
cumplir un sueño”, declaró en Londres.
Siendo fiel al reglamento, su concurso
sería ilegal. Con la mano en el corazón, es una maravilla.
Publicado en La Región (7-VIII-2012)