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‘Y si habla mal de España… es español’, es el título de un libro de Fernando Sánchez Dragó que describe nuestra piel de toro. Medios y aficionados estaban al borde del psiquiatra por la ausencia de medallas, retomando aquella mentalidad perdedora y crítica de antaño. Como si colgarse de las anillas, descender en piragua o levantar 188 kilos en dos tiempos fuesen actividades que todos pudiésemos desempeñar, sentaditos en el bar. Éramos un país de paquetes, hasta que la nadadora Mireia Belmonte, antes una ballena lenta, ganó la primera medalla en los 200 mariposa. De cetáceo pasó a ser ‘sirenita’, mientras todos los palos recibidos por la joven en los días previos se transformaron en loas. Inmediatamente, los eufóricos medios de comunicación retomaron las quinielas sobre la posibilidad de nuevas medallas. China y Estados Unidos están a tiro. Mireia es la quinta nadadora medallista en la historia olímpica de España, superando su inseguridad natural y una presión desmedida tras presentarse en varias especialidades. Valoremos a nuestros atletas en su justa medida.