Desde el final de la
II Guerra Mundial hasta la desintegración
de la Unión Soviética
se desarrolló el período que los historiadores denominan como ‘Guerra fría’,
trasladado a los Juegos en una competencia feroz entre Estados Unidos y la URSS, con barra libre en el
dopaje. Los respectivos boicots en Moscú 80 y Los Ángeles 84 fueron los
momentos más tristes del Olimpismo.
La nueva guerra fría, más bien gélida, es
la rivalidad entre los norteamericanos y los emergentes chinos que, en la
natación, alcanza su máximo punto tras el monstruoso récord de Ye Shiwen en los
400 metros
estilos, donde realizó los últimos 50 más rápidos que el propio Ryan Lochte. Desde
la parte occidental se califica la hazaña como ‘sospechosa’. La parte oriental
responde con ironía que nunca dudaron de las marcas de Michael Phelps. El
despistado Comité olímpico asegura que la china está ‘limpia’.
Duelo de titanes
entre un país con el mayor número de laboratorios de alto rendimiento y otro de
cuyos métodos nada se sabe y, cuando los enseñan –véanse los centros de alto
rendimiento de gimnasia para niños- dan miedo.
Publicado en La Región (Jueves, 2-VII-2012)